miércoles, 22 de enero de 2014

EL COMENTARIO DEL GENERAL DEL PUEBLO A POCOS DIAS DEL FALLO DE LA CORTE DE LA HAYA

Comentario a pocos días del Fallo de la Corte de la Haya
Por: Edwin Donayre Gotzch


A medida que se acerca la fecha del fallo de la Corte de la Haya, que defina por siempre la delimitación marítima fronteriza con el país del sur, he sido solicitado por distintos medios de comunicación internacional, nacional y regional (Ayacucho) para expresar mi opinión al respecto.

Supongo que recurren a un “halcón” para arrancarme una declaración mordaz, por mis comentarios vertidos en una reunión íntima y domicilio privado ante una hipotética incursión y ataque contra el Perú proveniente del sur que hacían prever por los indicios más que evidentes del poder bélico abismal concentrado frente al Perú, los permanentes ejercicios, simulacros y maniobras de una acción ofensiva en nuestra frontera sur y las continuas bravatas y provocaciones de políticos, militares y hasta diplomáticos chilenos amenazando recurrir a la vía violenta para dar solucionar a nuestras diferencias, denunciando el Estado Chileno como un GESTO INAMISTOSO del Perú, recurrir al arbitraje al agotarse los procedimientos de dialogo bilaterales por la intransigencia y la negativa del país del sur, confundiendo nuestra pacifismo y tolerancia con debilidad.

Se acostumbra calificar de “halcón” al intransigente que opta como única solución a las controversias de las naciones el uso de la fuerza y el poder bélico, confundiendo y distorsionando las opiniones de aquellos que nos asiste el derecho a la legitima defensa de una “guerra justa”, como también lo manifestaría cualquier chileno, colombiano, boliviano o de cualquier país, se exprese como se exprese más aún en una reunión coloquial,  cuando se ve amenazado su país ante un eventual ataque y violación de su intangibilidad territorial y soberanía, pues aquel país o sus autoridades que prefieren el deshonor y la deshonra antes del peligro, se condenan a sí mismo a ser esclavos y reconocer tener amos, aunque todo ciudadano y gobernante está obligado a empeñarse en evitar la guerra, sin embargo una vez agotados todos los medios de acuerdo, no se podrá negar a nadie el derecho a la legítima defensa.






Aun olvidando que nosotros los soldados, más que cualquier otra profesión, conocemos de cerca la guerra, el dolor, sufrimiento, sangre y lágrimas que arrastra a una nación y lo que significa exponer a nuestros jóvenes en la flor de su vida, acortar su existencia o quedar de por vida mutilados y discapacitados con secuelas invalidantes, como los cientos de jóvenes que dejó el conflicto interno, olvidados por el Estado y la sociedad que deambulan arrastrando sus penas y limitaciones, reafirmándose el dicho: “que el hombre en la paz se olvida de Dios y vilipendia y menosprecia al soldado, y en la guerra implora a Dios y llama al soldado”.
Los peruanos ante los momentos difíciles y dolorosos, siempre hemos encarado y superado la situación desventajosa con heroísmo, resignación y coraje y pusieron el pecho arriesgando sus vidas por el Perú mientras otros sentirían pánico al verse expuesto a tales riesgos.

El veredicto de la Corte de la Haya, sea cual fuese el resultado para ambos países, significará en mis mejores augurios el principio del fin a las amenazas y provocaciones, al desarme y desmantelamiento inmediato del material bélico que pende como espada de Damocles en nuestra frontera; significará también el fin del doble lenguaje de la política exterior que linda en la hipocresía y el cinismo, que se apela al pacifismo y arremeten con la intimidación, se propone el desarme y compran más armas, se sugieren pactos de no agresión y concentran su poder bélico en la frontera, se invita el dialogo y te muestran los dientes, se apela al arbitraje pacífico y replican altaneros que es un gesto inamistoso , se propone invertir en el Perú y condicionan las inversiones en el suyo, en un trato inequitativo y desigual ante las actitudes genuflexas de nuestras autoridades. No llegue el día en que nuestros hijos recuerden con vergüenza aquellos días de ignominia en que el deshonor, la deshonra, la sumisión y la traición se califican con gestos de tolerancia, prudencia y pacifismo.

Demos la bienvenida al fallo de la Haya, que más allá de un trozo de tierra o de mar, devenga en relaciones de franca amistad y buena vecindad, que demanda por ambas partes, en aperturar mayores canales de confianza y respeto mutuo a nuestras culturas, identidad, tradiciones, idiosincrasia, costumbres, soberanía e independencia y quizá hasta reescribir la historia, apartando todo odio y resentimiento y revanchismo, exhibiendo trofeos de guerra como “El Huáscar”, que no contribuye a las buenas relaciones: ¿Cuál es el objeto y fin de mostrar públicamente el Huáscar? Si no sólo recordar días aciagos que distanciaran a dos países, por la voracidad de terceros en el guano y el salitre, y que fuimos a la guerra en nombre del patriotismo para matar a otros que han sido condicionados para hacer lo mismo.

La paz no es la ausencia de guerra  y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse sin el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos. La paz es el ideal de un hombre, pero esta paz real y firme que se avecina para el Perú y Chile debe ser obra de la justicia, pues una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia y otra muy distinta querer someter por el poder de las armas a otra nación por la voracidad de festinar sus recursos.

Un pacifismo conformista con  la injusticia no disipa el fantasma del conflicto y en extremo la guerra, muy por el contrario la exacerba. Buscar la guerra es absurdo pero rehuirla por principio puede ser cobardía ante la injusticia, el atropello, el abuso y el avasallamiento. La apreciación de las condiciones de igualdad y equidad en todos los campos del quehacer nacional e internacional, particularmente el económico, pertenece al juicio honesto y prudente de nuestros gobernantes quienes están a cargo del BIEN COMÚN de ambos pueblos. Las privatizaciones y concesiones serian beneficiosas para el Perú, si caen en manos de gente decente, si no es un artero entreguismo corrupto, como los tratados pesqueros de 1952 y 1954, lesivos al interés nacional, y que han sido los argumentos que han sostenido la posición de chilena contra la demanda del Perú. ¿Quiénes los suscribieron? El heroísmo no se puede exigir pero la traición y la cobardía no se pueden perdonar ni disculpar.

Ante el rumor del veredicto de La Haya de favorecer al Perú, Chile vendría “implementando” en exigir el respeto a los convenios pesqueros del 50; o sea las aguas para el Perú y la riqueza hidrobiológica para Chile que ya usufructuó más de 60 años y exigiría seguir explotando a perpetuidad. ¿Es ello justo, igualitario y equitativo?

Optemos por una paz duradera entre PERU Y CHILE; con justicia, igualdad, equidad y libertad.

¡VIVA EL PERU!



Ayacucho, 22 de enero del 2014